“México está dando un ejemplo en el mundo porque logramos aplanar esta curva y evitar que se saturaran los hospitales sin medidas coercitivas, sin el uso de la fuerza”.
Andrés Manuel López Obrador, 9/6/20
El presidente López Obrador decidió empezar el proceso masivo de vacunación en las comunidades más apartadas del país. Son también los lugares con menos contagios de Covid, debido al poco contacto con fuereños. Es una decisión diferente a la de otros países. Una vez más nuestro mandatario demuestra tener su lógica singular, su propia realidad.
“Es nada más comenzar en las comunidades más apartadas, donde hay más necesidades, también donde no se tiene la infraestructura de salud suficiente para atender casos de Covid”, explicó el 14 de febrero. “Por eso se tomó esa decisión”. Ricardo Cortés Alcalá, director general de Promoción de la Salud, justificó la decisión diciendo que el plan de vacunación va a comenzar en zonas rurales porque hay pocas dosis y aplicarlas en zonas urbanas tendría un impacto epidemiológico “prácticamente nulo”.
La medida ha sido fuertemente cuestionada. Los epidemiólogos independientes advierten que es mejor empezar en zonas urbanas donde las tasas de contagio y muerte son mayores. Así lo han señalado, entre otros, la doctora Roselyn Lemus-Martin, doctora en biología molecular por la Universidad de Oxford e investigadora en Estados Unidos sobre nuevos tratamientos contra Covid-19, y el doctor Alejandro Macías, epidemiólogo que fue responsable en México de combatir la pandemia de influenza A-H1N1 de 2009.
Las decisiones de vacunación en nuestro país han sido discrecionales, cuando no abiertamente políticas. En un principio se optó por vacunar al personal médico de primera línea, como en todo el mundo, pero se hicieron excepciones altamente cuestionables para los maestros de Campeche, aun después de que el sindicato dijo que no regresaría a trabajar, y para los Servidores de la Nación, una especie de falange política. Mientras tanto, ni los médicos de consultorios en farmacias, que son usualmente el primer contacto de un enfermo con el sistema de salud, ni los dentistas, que enfrentan enormes riesgos de contagio, han sido vacunados.
Con el nuevo esquema anunciado por el Presidente se generan flagrantes inequidades. A Licha, una mujer de 62 años que trabaja haciendo limpieza en casas ajenas, le han avisado que ya podrá vacunarse, porque su domicilio está en Cuajimalpa, pero su madre, de 93 años, no podrá porque vive en Álvaro Obregón.
En el mundo, el verdadero ejemplo en la vacunación no ha sido México, sino Israel, que ya ha vacunado a 74.43 por ciento de su población al 14 de febrero. Estados Unidos, pese a todas las críticas, lleva ya 15.81 por ciento, Chile 9.94, Brasil 2.46 y Argentina 1.35. México ha vacunado solo al 0.56 por ciento de sus habitantes al 13 de febrero (Our World in Data).
El problema en nuestro país no es solo el bajo volumen de vacunas aplicadas (lo cual es en parte consecuencia de la falta de suministro de las farmacéuticas internacionales, aunque AMLO dijo que cedió vacunas de Pfizer a países más pobres, cosa que no coincide con la explicación de la empresa), sino también la mala distribución de las dosis, incluso al inicio del proceso. Habrá que ver qué ocurre ahora con la distribución masiva, que no se ha encargado, como en Estados Unidos, a distribuidoras de medicamentos con experiencia, sino al Ejército. Por lo pronto ayer hubo problemas serios de organización en muchos centros de vacunación.
El nuevo apagón
Ayer se registró el cuarto apagón importante en el país en los últimos dos años. Ahora el gobierno no culpó a una quema de pastizales, sino a las bajas temperaturas y a la falta de gas. Las plantas de ciclo combinado generan electricidad con gas de Texas, que en México no se puede producir por la prohibición del fracking.
Agencia Reforma
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