La Rosca de Reyes, un elemento emblemático de la celebración del Día de Reyes en México, no solo es conocida por su sabor delicioso y su forma circular, sino también por la presencia de un niño de plástico o cerámica en su interior.
Esta tradición, que ha perdurado a lo largo de los años, tiene un origen que se remonta a las raíces culturales y religiosas del país.
El niño en la Rosca representa al Niño Jesús y simboliza la huida de la Sagrada Familia para escapar de la persecución del rey Herodes.
La historia cuenta que Herodes, temiendo la llegada de un futuro rey que amenazara su reinado, ordenó la matanza de todos los niños varones. José y María, advertidos en un sueño, huyeron con el Niño Jesús.
La tradición de colocar un niño en la Rosca refleja la búsqueda simbólica de la comunidad por proteger al Niño Jesús de los peligros, resaltando la importancia de la unidad familiar y la solidaridad en momentos difíciles.
Al cortar la Rosca durante la celebración del Día de Reyes, aquel afortunado que encuentre el niño en su porción se convierte en el “padrino” del Niño Jesús y, según la tradición, debe organizar una fiesta o reunión el 2 de febrero, Día de la Candelaria.
Esta festividad marca el final de las celebraciones navideñas y la presentación del Niño Jesús en el templo.
La colocación del niño en la Rosca de Reyes no solo es un elemento culinario, sino una conexión arraigada con las creencias religiosas y la historia cultural de México, reforzando la importancia de la familia, la solidaridad y la protección de la infancia en la tradición del Día de Reyes.
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