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Un ‘palomazo’ en la ópera con Camarena y Dudamel

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Dudamel

Dudamel, director de la ópera de Los Angeles.

El año pasado, Javier Camarena y Gustavo Dudamel, dos titanes de la música de ópera en Latinoamérica, coincidieron en la conmemoración del VIII centenario de la Catedral de Burgos, en España.

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 “Él estaba haciendo un concierto con la Orquesta de Cámara Mahler, y yo tenía en puerta un recital. Me invitó a echar el palomazo y canté, hice una participación especial en ese concierto”, recuerda el tenor veracruzano.

 Conocidos desde hace varios años, lo cierto es que habían buscado formalizar alguna colaboración, sin éxito alguno, hasta que el Gran Teatro del Liceu los convocó para La flauta mágica.

 “Siempre habíamos estado buscando la posibilidad de compaginar agendas y encontrar proyectos en los que pudiéramos participar juntos. Tuvimos algunos intentos que por cuestiones precisamente de calendario no se pudieron concretar”, refiere Camarena.

 Así, confiesa, que el venezolano -director de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Ópera de París- fuera a dirigir la ópera de Mozart terminó por ser uno de los factores para que Camarena decidiera incorporarse, a invitación del Gran Teatro del Liceu, en Barcelona.

 “Además de que es un gran músico, (Dudamel) es una persona súper sencilla; es muy grato trabajar con él. Es una persona que contagia su amor por la música y su pasión por lo que hace.

 “Es una fortuna el poder colaborar juntos. Me siento muy agradecido con el Liceu por haberme considerado para este proyecto, y agradecido con el maestro Dudamel por esta oportunidad de trabajar con él, y siempre seguir aprendiendo de él y de su conocimiento musical”, resalta.

La ópera, mucho más que piruetas

Miembros de la ópera la Flauta Mágica.

A unos días de debutar como Tamino en La flauta mágica, de Mozart, Javier Camarena definiría: “La ópera es mucho más que piruetas y fuegos artificiales en la voz”.

 Es difícil pensar que el Gran Teatro del Liceu, en Barcelona, no se llene de fuegos artificiales por la sola confluencia en escena de dos figuras como Camarena, astro internacional belcantista, y el director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, quien dirige esta ópera cuyas funciones arrancan este lunes.

 A lo que el tenor veracruzano en realidad se refiere es que se trata de un rol que no tiene la explosividad o la euforia, por ejemplo, de La hija del regimiento y los nueve retadores Do de pecho del aria “Ah! Mes amis, quel jour de fête”. Sin que ello quiera decir que sea de menor calidad o incluso una pieza sencilla, en lo absoluto.

 “Esta obra (La flauta mágica) es hermosa. A la par que la he ido estudiando más y profundizando en el conocimiento de la misma, cada vez la valoro mucho más de lo que lo hacía hace algunos años. Y de verdad que es una obra que tiene una complejidad importante y de tomar en cuenta.

 “Entonces, sí, cambio un poco la pirueta y el circo por algo mucho más profundo y más maduro”, expresó Camarena (Xalapa, 1976) en un enlace telefónico desde Barcelona, previo al esperado compromiso operístico anunciado en enero de 2020.

 Una puesta en escena que recupera la producción que el escocés David McVicar realizara para la Royal Opera House de Londres en 2003, donde la travesía del príncipe Tamino en busca de Pamina, hija de la Reina de la Noche, transcurre con un exaltado simbolismo entre el bien y el mal, la inteligencia y la ignorancia o la ciencia y la superstición.

Un reto interpretativo

Camarena, tenor de ópera.

Para Camarena, la última obra del compositor de Salzburgo -escenificada unas semanas antes de su muerte, en septiembre de 1791- representa un reto por diversas razones: desde no estar vinculada a su repertorio belcantista y su escritura en alemán hasta por las propias exigencias del rol que ahora encara.

 “Tamino puede parecer un rol muy simple, un rol sencillo, pero tiene una complejidad técnica, una complejidad y profundidad dramática y expresiva muy importante. Creo que sí te exige madurez en todos estos sectores para poder interpretarlo bien.

 “De mi parte hay una gran emoción, muchos, muchos nervios. La preparación ha sido muy ardua”, compartió el tenor. “El idioma alemán, aunque lo conozco y lo puedo hablar y todo, tampoco es que sea el idioma que más domino; pero, a diferencia de hace 10 años, es un idioma con el que ya no me siento tan alejado”.

 La referida carga dramática y expresiva resulta particularmente importante para Camarena, quien refirió cómo tan sólo en el primer acto se puede pasar del horror a la ilusión y el amor, para después ir de la desesperanza y la ira hasta un canto de alegría y de fe.

 “Todos estos colores, todas estas emociones tienen que encontrar un balance. Y eso es algo que todavía estoy tratando de encontrar en estos últimos ensayos, el balance adecuado, que es el que siempre busco en todos mis roles”, dijo quien decidiera aceptar el de Tamino -interpretado antes por Fritz Wunderlich y Francisco Araiza, a quienes considera modelos- al estimar que su voz ya se encontraba en un punto necesario para el mismo.

 Sobre si hay algo del personaje con lo que se identifique y que le permita una mejor ejecución, el tenor respondió que lo que más le gusta, y sobre lo cual basa prácticamente toda su interpretación a lo largo de la puesta, es su convicción: “él cómo defiende su amor por Pamina”.

 “Una vez que se le presentan estos retos para llegar a ella, está totalmente decidido a superar cualquier obstáculo para llegar a merecerla”, apuntó Camarena, refiriendo una larga y complicada escena recitada con acompañamiento de la orquesta.

 “Implica mucha dificultad, pero es una escena maravillosa que muestra en gran parte esto que estoy diciendo del carácter y de la nobleza de Tamino”, continuó. “Sobre esto es sobre lo que baso la interpretación y lo que me hace admirar mucho este rol”.

 Finalmente, si algo contribuyó a que aceptara ser parte de una ópera que en algún momento de la vida juró que jamás cantaría fue la propia invitación del Liceu, institución a la que Camarena guarda un gran cariño y en la que en dos anteriores ocasiones ya ha debutado roles: primero en 2014 como el Conde Roberto Leicester, en Maria Stuarda, de Donizetti; y en 2017 como el Duque de Mantua, en Rigoletto, de Verdi.

 Con la participación, entre otros creadores, de la soprano inglesa Lucy Crowe y del italo-chileno Paolo Bortolameolli alternando batuta con Dudamel, La flauta mágica permanecerá en el recinto catalán hasta el 2 de julio.

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