Desde los primeros meses de la pandemia de Covid-19, que el mundo continúa combatiendo luego de un año, sobresalió ante los médicos una de las causas por las que una infección puede ser más severa e incluso fatal: la obesidad.
Junto con la hipertensión y la diabetes, la ciencia médica detectó casi de inmediato que esta condición, calificada como una epidemia que ya azotaba previamente a regiones como México, se asociaba con peores resultados en pacientes infectados por el SARS-CoV-2.
“Sabíamos que podía haber una relación, y cuando empezamos a ver los resultados de los análisis, todos parecían apuntar a la misma dirección: que la obesidad es factor de riesgo de desenlaces adversos ante la Covid-19, para el peor de los desenlaces. Desde el principio esto llamó nuestra atención”, comenta en entrevista la doctora Donna Ryan, presidenta de la Federación Mundial de Obesidad (WOF, por sus siglas en inglés).
Aun antes de la actual pandemia, los expertos conocían cómo la obesidad empeora los resultados de contagio por otras enfermedades virales, como la influenza, apunta Ryan.
“Dicho esto, también nos sorprendió el poder, la fuerza que tiene la obesidad para estar asociada con peores desenlaces de Covid-19. Es peor que lo que vemos con la influenza”, subraya, haciendo énfasis en la necesidad de hospitalización, suministro de oxígeno y ventilación mecánica en pacientes con obesidad infectados por este coronavirus.
“Esto ha sido una llamada de atención que nos ha hecho darnos cuenta que la obesidad es, de hecho, algo muy serio y que tenemos que tomarla como tal”.
Al informar que México rebasaba los 200 mil decesos por Covid-19, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, asoció la alta tasa de mortalidad en el País -que ocupa el tercer sitio mundial por muertes acumuladas por coronavirus, sólo detrás de Estados Unidos y Brasil- a las epidemias de obesidad, diabetes e hipertensión, así como a la pobreza y el cambio climático.
Cuestionada sobre las razones médicas y científicas subyacentes en la peligrosa relación entre Covid-19 y obesidad, Ryan, profesora emérita del Centro de Investigación Pennington Biomedical, en Baton Rouge, Louisiana, enlista una serie de razones biológicas y sociales.
Empezando por el hecho de que los pacientes con obesidad tienen un sistema inmune alterado que no opera, ni a corto o largo plazo, en las mismas óptimas condiciones que el de las personas sin obesidad.
Pero más que nada por la inflamación crónica preexistente, potenciada por el coronavirus.
“Lo que hemos aprendido acerca de esta enfermedad de Covid-19 es que desencadena o tiene componentes inflamatorios muy, muy fuertes. Y las personas con obesidad ya tienen un estado crónico proinflamatorio”, reitera Ryan.
El cirujano bariatra Fernando Pérez Galaz explica que cuando los adipocitos, aquellas células que almacenan la grasa en el cuerpo, se reproducen e hipertrofian -aumentan de tamaño- empiezan a secretar hormonas proinflamatorias.
“Lo que pensamos entonces es que no es únicamente la respuesta inmune comprometida, sino esta respuesta súper inflamatoria que ocurre por Covid-19, y que se exacerba en las personas con obesidad”, reitera la presidenta de la WOF.
Asimismo, el hecho de que en el tejido adiposo hay una gran expresión del receptor ACE2, que es la puerta por donde el SARS-CoV-2 ingresa a las células humanas.
“Luego entonces, un paciente que tenga más receptores ACE2 es un paciente que tiene una mayor facilidad para la entrada del virus”, precisa Pérez Galaz durante la presentación de la asociación Obesidades, en el marco del Día Mundial de la Obesidad, conmemorado el pasado 4 de marzo.
A todo lo cual se suma el que las personas con obesidad padecen restricción ventilatoria.
“Entonces, en un pulmón que debería estar funcionando entre el 85 y el 90 por ciento, los pacientes que tengan un vientre prominente, que tengan obesidad central, pues tienen una menor capacidad pulmonar. Y el Covid-19, que ataca a los pulmones, entonces ahí genera una enfermedad mucho más crítica”, detalla el cirujano bariatra y cofundador de Obesidades.
Ryan también refiere que las personas con obesidad suelen no tener atención médica con tanta frecuencia debido al estigma, además de haber una mayor dificultad en el manejo de gente de talla muy grande en las unidades de cuidados intensivos, que pueden no estar equipadas con camas hospitalarias aptas para tales pacientes.
Otra situación es que, para mejorar la oxigenación y ventilación pulmonar, se coloca a los contagiados boca abajo sobre sus estómagos, lo cual es muy difícil de hacer con una persona con obesidad y un estómago grande. “Colocarlos en pronación es mucho más difícil”, remarca Ryan.
Y algunos procedimientos diagnósticos, como la resonancia magnética, tienen un límite de peso.
“Si uno tiene obesidad severa, pues no le pueden tomar la resonancia magnética para hacer un diagnóstico.
“Así que creo que es una combinación de todas estas cosas lo que está ocasionando tal asociación”, considera la experta. “Es una tormenta perfecta”.
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La obesidad deja muchas dudas
Como editora adjunta en jefe de la revista Obesity, Donna Ryan pasó la primavera y el verano del 2020 leyendo más de 100 artículos sobre obesidad y Covid-19.
“Me convertí rápidamente en experta”, cuenta, entre risas.
Lo cierto es que pese a la gran cantidad de información que se ha ido generando a lo largo del primer año de la contingencia sanitaria, todavía quedan muchos aspectos por conocer, como la respuesta a la vacuna en las personas con obesidad, o cómo afectará a éstas la amplia y abigarrada estela de efectos a largo plazo de la enfermedad.
Una serie de secuelas persistentes que pueden ir desde fatiga crónica, dificultad para respirar -o disnea-, tos, dolor en el pecho, fibrosis pulmonar y baja capacidad de difusión pulmonar, hasta el propio desarrollo de hipertensión, insuficiencia renal o diabetes mellitus, de por sí una amenaza constante para las personas con obesidad.
“La pregunta para mí realmente es: ¿Cuán mayor va a ser el riesgo para las personas con obesidad de tener estas enfermedades a largo plazo?”, expresa Ryan.
“Queremos ver qué pasa ahí, queremos saber la respuesta a ello, pero no la tenemos aún”.
Además de esto, está la interrogante sobre el impacto que ha tenido el confinamiento en el peso corporal de la población. Es decir, ¿la cantidad de personas con obesidad y sobrepeso ha aumentado por el encierro? ¿La situación tan grave con la que lidiábamos previo a la pandemia se ha recrudecido?
Algo para lo cual es necesario contar con los resultados de las grandes encuestas nacionales de salud que se realizan tanto en México como en Estados Unidos, en especial con los de 2020, el año en que las cuarentenas llevaron a las personas a refugiarse en el hogar.
Sin embargo, algunos estudios preliminares sugieren un panorama favorable, pues si bien se han observado cambios importantes en los patrones de actividad física y hábitos dietéticos, muchos de éstos han sido positivos ya que hay quienes comenzaron a ejercitarse en casa y a cocinar sus propios alimentos, dice Ryan.
Aunque, por otro lado, también parece haber un incremento en el consumo de botanas, especialmente productos ultraprocesados, o en el uso de harinas y azúcares para preparar postres.
“Cuando vemos los cambios en la dieta y la actividad física observamos que los ha habido buenos y malos, así que es difícil saber en qué se va a traducir todo esto en términos de impacto sobre la obesidad. Todavía no lo sabemos, tenemos que esperar y ver”, indica la presidenta de la Federación Mundial de Obesidad.
Si acaso hay algo de lo cual estar seguros en este momento, es que Covid-19 ha sido una llamada de atención sobre la gravedad de una enfermedad para la que usualmente la gente menos informada sugiere: “sólo tienen que comer menos y hacer ejercicio”, ilustra Ryan.
“Es muy fácil tener esa actitud y esta percepción de la obesidad, pero esto no es cierto. Lo que la Covid-19 ha hecho es aumentar la conciencia de que esto es algo muy serio. No es sólo que las personas no se vean bonitas o no se vean guapos, no. Es un problema médico sobre el exceso anormal de peso corporal.
“Creo que este énfasis ya ha cambiado las cosas para siempre, y realmente espero que las comunidades de salud pública se adueñen de esta causa sobre la prevención de la obesidad en niños y de su tratamiento en adultos”, sostiene la especialista.
“Necesitamos de todos”
Ante el enorme reto que todo esto representa, y para lo cual se han instrumentado políticas como cambiar el etiquetado nutrimental de los alimentos, la doctora Donna Ryan señala que visualizar la magnitud del problema es precisamente por donde se debe empezar.
Pero la estrategia con la cual resolver el problema, continúa, necesitará mucho más que eso.
“El colocar nuevos etiquetados frontales en los alimentos es algo muy bueno, pero es una sola cosa que no puede ser totalmente efectiva contra esta fuerza tan poderosa. Seamos realistas, se requiere hacer muchas, muchas cosas”, insiste.
“Aunque sí es muy importante utilizar el etiquetado frontal de los alimentos, pues es importante hacer cosas que desalienten la ingesta de todos estos alimentos, de estas bebidas azucaradas. Tenemos que desalentar esto”.
Algo que ha funcionado en Estados Unidos, ejemplifica, han sido los programas alimentarios dirigidos a niños de bajos recursos a los que se les brindan alimentos saludables, lo cual se ha traducido en una reducción en la tasa de obesidad entre los beneficiarios.
Incluso en las escuelas, donde se ha observado que a lo largo del ciclo escolar los niños bajan de peso, y durante las vacaciones de verano lo aumentan. Esto muestra el trabajo que han hecho las autoridades para controlar el almuerzo -y en ocasiones hasta el desayuno- que los planteles ofrecen al alumnado.
“Creo que no debemos desalentarnos por una sola cosa. No va a bastar nada más con un impuesto o con el etiquetado frontal. Se requiere hacer muchas, muchas cosas”, refrenda la especialista.
En especial, Ryan enfatiza que lo que hace falta es un trabajo conjunto, particularmente con la industria alimentaria, en lugar de apuntar con el dedo buscando culpables.
“Necesitamos que la industria tome la decisión de reformular sus alimentos. Sabemos que pueden hacerlo, son muy inteligentes al respecto, pero no lo están haciendo.
“Tenemos que comprometerlos para que trabajen en que sus bebidas sean más saludables. Ellos pueden hacerlo y deben ser parte de la solución; si no eres parte de la solución, eres parte del problema”, clama la presidenta de la Federación Mundial de Obesidad.
Atacar desde diferentes frentes y con cada aliado posible. Y es que al final, estima Ryan, todo el mundo necesita de los demás, con quienes existe una responsabilidad social.
“Eso es otra cosa que el Covid nos enseñó: no importa qué tan independiente tú seas, si todos los demás no usan cubrebocas, estás en riesgo. Todo mundo necesita de todo mundo”, concluye la experta.
Agencia Reforma