Probablemente, el aroma de la lavanda ha acompañado en aceites y esencias tus rutinas de relajación a lo largo de los confinamientos. Pero esta planta también puede usarse como especia y darle un toque especial a tus platos favoritos.
Las notas terrosas, especiadas y florales de la lavanda han aromatizado baños y aceites desde hace 2 mil 500 años, principalmente en el antiguo Egipto. Sin embargo, en la Edad Media comenzaron a colarse hasta la cocina, documenta “La Cocina y los Alimentos”, de Harold McGee.
Una de sus apariciones culinarias más populares es como parte de la mezcla de hierbas de Provenza (con albahaca, romero, mejorana, tomillo e hinojo); sin embargo, puedes aprovechar sus relajantes y camaleónicos aromas con delicadas frutas, como el melocotón y las frambuesas, así como con carnes grasas y quesos.
“Los racimos de lavanda fresca comienzan a secarse casi inmediatamente después de ser cortados y, una vez que están completamente secos, se cosechan simplemente frotando las espigas entre los dedos.
“El aroma y el sabor son extra picantes, pero asegúrese de usar solo plantas libres de pesticidas”, detalla un texto publicado por The Washington Post.
Al integrarla en infusiones, es necesario considerar que sus aromas y sabores pueden ser muy fuertes: una cantidad pequeña será suficiente para comenzar.
De acuerdo con el medio británico The Independent, mientras las variedades cultivadas en Francia son más expresivas y con marcadas notas de pino, las inglesas son menos pungentes.
Durante siglos, esta planta se ha utilizado como tratamiento contra la ansiedad, la depresión y el insomnio, además de problemas intestinales y estomacales, como náuseas y vómitos, reporta el medio especializado Foodprint.
Agencia Reforma