“Soy un modesto anarquista. creo en el individuo y no en el Estado”.
Jorge Luis Borges
La filosofía de la Cuarta Transformación es muy sencilla: hay que centralizar el poder, hay que fortalecer el Estado. Lo señaló la secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, el 3 de febrero al defender la iniciativa de reforma de la Ley de la Industria Eléctrica: “Desde que llegó el señor presidente López Obrador al gobierno se ha retomado la rectoría del Estado, que en algunos, en muchos años, se olvidó”. La electricidad debe ser controlada por el gobierno, dijo, porque “Es una rectoría que debe estar en el Estado”.
Lo ha ratificado el líder de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, al explicar en varias entrevistas su propuesta para censurar las redes sociales: “No defiendo a Trump, pero me hubiera gustado que quien suspendiera su cuenta fuera un órgano constitucional y no el dueño de Twitter o Facebook. Si las redes llaman a actos ilegales o comisiones de delitos, es el Estado quien soluciona. Las redes sociales se quedan en el llamado, pero al final es el Estado quien resuelve y debe recuperar” (El País). En otras palabras, el senador no se opone a la censura, sino a que esta la ejerzan empresas privadas y no el Estado.
No es nueva la idea de que el Estado debe prevalecer sobre los individuos: de hecho, ha sido el fundamento de todos los regímenes autoritarios de la historia. El gobernante sabe más que el gobernado y, por lo tanto, debe tomar las decisiones importantes. “Deben saber los súbditos del gran monarca”, rezaba el bando de 1767 del marqués de Croix en representación de Carlos III, “que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno”. Ahí están las raíces de la insistencia de la 4t de centralizar el poder.
Con la experiencia de los gobiernos fascistas-comunistas de mediados del siglo XX, George Orwell describió en su novela 1984, publicada en 1949, los elementos de ese Estado omnipotente que algunos políticos siguen admirando: “La posibilidad de imponer no solo completa obediencia a la voluntad del Estado, sino completa uniformidad de opinión en todos los sujetos, existía ahora por primera vez”. En la novela, ese Estado se llamaba el Gran Hermano.
El término “rectoría del Estado” se utiliza principalmente en México (Diccionario panhispánico del español jurídico de la Real Academia Española). El concepto, sin embargo, no estaba incluido en la constitución liberal de 1857, ni tampoco en la de 1917. Se introdujo en1983, al comenzar la presidencia de Miguel de la Madrid, cuando se enmendó el artículo 25 para decir: “Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional. El Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional”. El artículo 26, por otra parte, determinó que “El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional.”
La rectoría del Estado es, en principio, una filosofía de violación de las libertades individuales. Deben ser los ciudadanos, y no el gobierno, los que definan con libertad sus decisiones, siempre y cuando no afecten los derechos de terceros. Pese a las declaraciones de Sánchez Cordero, un monopolio gubernamental no garantiza que, por ejemplo, la electricidad se otorgue con “continuidad, confiabilidad y estabilidad”. Los países con mercados con reglas claras han tenido un mejor servicio de electricidad.
El senador Monreal, por otra parte, tiene razón en preocuparse por la censura en las redes. La perversión radica en pensar que la censura es aceptable, siempre y cuando la ejerza el Estado.
Cuenta propia
El gobierno de Cuba ha decidido ampliar la lista de 127 actividades en que permitía el trabajo por cuenta propia a más de 2 mil. El Estado decide sacrificar rectoría económica a cambio de permitir una mayor prosperidad de los cubanos.
Twitter: @SergioSarmiento
Agencia Reforma
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