“Si torturas los datos un tiempo suficiente, confesarán”.
Ronald Coase
Es muy claro que el presidente López Obrador nunca ha tenido una empresa. Lo confirmó este 3 de noviembre cuando afirmó que, “desde que está el outsourcing, la subcontratación, se despide a muchos trabajadores inscritos en el Seguro Social para no pagar las prestaciones, para no entregarles aguinaldo. Y perdimos por ese motivo en diciembre 277 mil empleos”.
No sorprende que el mandatario no sepa que cuando una empresa despide a un trabajador en diciembre, o en cualquier otro mes, no queda exenta de cubrirle sus prestaciones, incluyendo el aguinaldo. Lo que extraña es que nadie en su equipo le haya advertido que la información es falsa. Las compañías pueden tener muchas razones para despedir a trabajadores en diciembre, pero ahorrarse el aguinaldo no es una de ellas.
Otro error del presidente es afirmar que los despidos de diciembre empezaron “desde que está” la subcontratación. Esta práctica, de hecho, siempre ha existido. En la Edad Media y el Renacimiento era común que muchos trabajos, especialmente artesanales, se contrataran por fuera de las instituciones económicas de aquel entonces, como los palacios y los monasterios. Las primeras empresas de la revolución industrial subcontrataban también trabajos, como el hilado y el cosido, en sus producciones de telas y ropa; las hilanderas y costureras trabajan desde casa. No fue hasta fines del siglo XIX y principios del XX cuando las grandes empresas empezaron a tratar de concentrar todas sus actividades en una misma planta. Henry Ford lo impulsó en parte al crear la línea de producción en cadena.
Aunque la práctica existía, se le atribuye al economista británico-estadounidense Ronald Coase, ganador del Premio Nobel de economía de 1991, la acuñación del término outsourcing en su libro de 1937 The Nature of the Firm. Coase señaló que las empresas deben tomar en cuenta todos los “costos de transacción” asociados a una actividad, y no solo la producción y el transporte, como se hacía, por lo que para mantenerse competitivas muchas tendrían que delegar actividades.
La subcontratación empezó a volverse popular en México en las décadas de 1970 y 1980 por influencia de las empresas estadounidenses. Muchas de las maquiladoras eran simples subcontratistas de firmas en la Unión Americana. No se necesitaba una ley para “legalizar” la práctica, como ha afirmado el presidente; en el sistema jurídico mexicano, y de cualquier país con libertad económica, lo que no está prohibido está permitido. La legislación laboral de 2012, que AMLO ha citado como el inicio de la subcontratación, no hacía más que limitar la práctica para garantizar los derechos de los trabajadores.
Los despidos de diciembre no son producto de la subcontratación, sino de “una práctica correspondiente a cierres y ventas de temporada navideña”, según Héctor Márquez de Manpower Group. La industria que más despidos registra es la construcción, que recurre poco al outsourcing. Más bien los contratos por obra determinada y los temporales se planean para terminar en la temporada navideña.
El presidente, sin embargo, parece empeñado en prohibir la subcontratación por razones ideológicas. Si lo hace, destruirá cientos de miles o quizá millones de empleos. Lo peor es que volverá menos competitivas a las empresas nacionales frente a las del resto del mundo, que usan la subcontratación de manera habitual para reducir sus costos de transacción, como sabiamente previó Ronald Coase.
¿Sin enemigos?
El canciller Ebrard dijo ayer a los embajadores y cónsules que México es “un país que no tiene enemigos”. Quizá. Pero el presidente le está ofreciendo asilo político a Julian Assange, fundador de Wikileaks, sobre quien pesan acusaciones de espionaje en Estados Unidos. Concederle asilo no será un acto amigable para nuestro vecino del norte.
Twitter: @SergioSarmiento
Agencia Reforma
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